Tengo derecho a cansarme de mi propio yo.
Tengo derecho a que alguien venga, y sea por mí
Y que haga con esos días un calendario astronómico
en las noches frías tenga preparada la Luna en su apogeo en mi habitación
y juguemos
a formar constelaciones
o ser materia inerte
y perdernos en la gravedad de nuestro mundo
Tengo derecho a encontrar a esa persona, que venga
me coja de la mano y empiece con un “es fácil”.
En vertical y transversal
y llevarme a aquel lugar
y llamarlo “allí donde solíamos gritar”.
Con la tristeza convertida en hábito tras nuestro reencuentro
decidí ir a aquel rincón porque sentía como gritaba mi nombre.
Oía hablar del amor, mientras la gente pasaba por aquel
lugar y contemplaba tal obra maravillados. Como si a cada momento de sus vidas
le pusieran un nombre y unos apellidos, una situación sentimental y se veían
reflejados en alguno de sus ojos. Como si tuvieran la seguridad de que su
historia de amor era única y se pudieran identificar orgullosos.
Me senté frente a ellas sin nada que decirles, nada para darles,
mi historia de amor no fue más que una historia.. a la que le faltaba el
amor.
Una manía de ponerle banda sonora a cada rincón hizo que
entrase directo desde mis oídos hasta el alma “el lugar donde viene a morir el
amor”..
Tratando de describir el tedio y la constancia de algunas
cosas verdaderas, las que creía duraderas…
Solo pude mantener mi atención sobre
aquella mujer elegante.
Hasta sus manos parecían rotas
Un ángel le acompañaba. Parecía estar ahí, tratando dejar
pasar en su nombre el dolor.
Aunque no era su única compañía, podía girarse y verse a
ella misma, en el pasado, cuando esa canción empezaba, descubrió que la coda,
era exactamente igual que el principio, y que el presente y que todo lo vivido. Lleno de éxtasis.
Se dio cuenta de
aquel bucle, fue entonces cuando decidió tirar su rosa.
Una rosa seca y muerta.
Como su amor, como su alma. Era la
despedida, su despedida, entre las flores.
Al fin decidí a acercarme a ella. Algo sorprendida decidí
dar un paso atrás, cuando pude dislumbrar en aquella lágrima, el reflejo de mi
misma. Allí estaba, compartiendo ese mismo adiós, esa misma lágrima.
Amor, decidí escribirte y refugiarme entre estas palabras
para decirte algo.
¿Sabes esas noches cuando nuestros besos se encuentran en galaxias distintas?
A años luz
Y a la vez con ganas de colisionar.
¿Qué fuerza es mayor que la gravedad que los hace frenar?
¿Sabes cuánta distancia hay entre tu cuarto y el mío?
Ahí solo hay exceso de ausencias y excusas
Me refiero a esas noches eternas que nunca pasan en vano
pues las paso ideando planes,
rompiendo espejos donde solo se refleja mi obsesión,
quitándole tu nombre a las sábanas,
acostumbrándome al silencio más desmesurado,
a la nada más absoluta
He viajado a sitios que no podrías creer,
y todos en tu nombre
He luchado con monstruos invencibles que se escondían debajo de nuestras camas,
por si te daba por tener miedo
He caminado con Oniria sobre los cables,
evitando caer en su bucle
Y he vuelto sin miedo
Porque creo que lo he entendido bien,
he encontrado
ese secreto,
para dormir cuando no estés
Como cuando una canción revalida el puesto de favorita a
otra.
Como esa nueva melodía inesperada que rompe todos los
esquemas
Como esa sensación cuando la escuchas por primera vez, en el
primer acorde ya te engancha, y no habiendo acabado, deseas que suene desde el
principio otra vez.
Y otra vez.
Porque es inexplicable la droga de tu beso.
Pero al menos puedo compararla con mi melodía favorita,
corriendo el riesgo de que de un momento a otro, cambie de pista.